Ambato: Corazón de Historia y Tradición
Ambato: fundada en 1535, reconstruida tras el terremoto de 1698, y conocida como la "Cuna de los Tres Juanes". Sus calles históricas reflejan una rica tradición e independencia.
10/4/202423 min leer


Ambato: Corazón de Historia y Tradición
Hablar de la tierra de los Tres Juanes es hablar de sus calles, de sus tradiciones, de los personajes que día a día hicieron de esta ciudad el mejor lugar para vivir. Ambato hermosa ciudad enclavada en el corazón de los Andes, tierra de flores, tierra de frutas, tierra de hermosas mujeres. Hablar de este hermoso rincón de la patria, es hablar de su historia, de los recuerdos, es una ciudad que siempre supo sobreponerse a los avatares del destino, frecuentes movimientos sísmicos, terremotos, erupciones volcánicas destruyeron en más de una oportunidad a la ciudad, pero el ambateño con ese temple que lo caracteriza y cual ave fénix, supo salir adelante y colocarle a Ambato en el sitio en el que le corresponde en América y el mundo. Pero, analicemos sus comienzos; la vida de la actual ciudad de Ambato está en el barrio Cashapamba y en el paseo del Socavón, por donde pasaba el camino de los Incas, que hasta hoy se le conoce con el nombre de “Camino del Rey” que bordeaba lo que hoy es la ciudad por el sector nor-este, es decir, al pie de la colina de los barrios: Cumandá, Ingahurco y Cashapamba. La parte más alta que constituye el barrio de Cashapamba, debió haber sido un sitio cubierto de plantas espinosas; muchos más atractivos y facilidades para la vida debió ofrecer la playa del Socavón que tiene sus vertientes de agua que daban lugar a sus verduras, y en donde se criaban los Hambatos o Jambatius, sapitos de color verde negro que se dice dieron origen al nombre del lugar, aspecto de mucha credibilidad porque los indígenas eran muy gráficos en sus designaciones. Precisamente en este recoveco que forma el Río Ambato es posible que haya existido tantas “preñadillas” que fueron precisamente las que dieron nombre a nuestra ciudad. Al respecto, Monseñor Silvio Haro dice que el nombre de Ambato viene de Hambato o Jambato que era el nombre aborigen de las preñadillas. Existe otra interpretación de Monseñor Haro en la que dice que Ambato significa Sapo. Quizá esta afirmación se deba a que, en la provincia de Catamarca Argentina, hay una población muy conocida y que se llama Ambato, situada en una región andina semejante a la nuestra; en esta provincia se interpreta el nombre de Ambato como Sapo. El padre Pedro Porras, ambateño de nacimiento, un gran investigador arqueológico e histórico y Maestro de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, da otra versión sobre el nombre de Ambato, dice que viene del Quichua Hambi que significa remedio, medicina; y del Cayapa Colorado tierra, territorio o que equivaldría que Ambato signifique “ lugar de convalecencia, lo dicho por el Padre Porras tiene su justificación por lo dicho en el año de 1703 por varias personas que poblaban Ambato: Ambato es una tierra caliente, seca, arenosa y sana; tanto que muchos de los enfermos de otras villas y asientos vienen a convalecer en estas tierras. Decían que las aguas de su río posee cualidades medicinales y allí cultivan dos hierbas curativas maravillosas que les llamaban la hierba del Mosquera y la de Juan Rivera; las aguas fuertes del Tungurahua manifestaban, son buenas para curar las reumas y sanar a los tullidos. Terminaban los habitantes, de ese año de 1703, manifestando que: Ambato siempre se caracterizó por ser una ciudad sana debido a su excelente clima. En el año de 1570 el español Don Antonio Clavijo llegó hasta el asiento de Hambato y, en este pueblo que ya estaba formado, se dedicó al trazado de algunas calles, al sembrío de árboles frutales y realmente se lo considera como el fundador de esta ciudad. El 20 de junio de 1698 un violento terremoto destruía a la población de Ambato que estaba ubicada en Cashapamba, reconstruyéndose esta ciudad en el sitio actual, en donde ya se le dio el nombre de San Juan de Dios de Hambato; al respecto, el terremoto de 1698 a parte de arrasar Ambato y los pueblos circunvecinos, produjo la muerte de 565 españoles y 1200 indios; se puede atribuir la reconstrucción de Ambato al Sr. Licenciado Don Antonio de Ron Caballero de la Orden de Santiago, quien, lo primero que hizo fue convocar el uno de agosto de 1698, a todos los sobrevivientes del terremoto para consultarles su opinión acerca del sitio en donde debía restablecerse la ciudad. Los vecinos, casi en su totalidad, manifestaron que el lugar más conveniente para la reconstrucción era el sitio de San Bartolomé (actual parque Cevallos), como en realidad aconteció, hecho que fue 3certificado por Don Tomás de Alvarado, Escribano Público. El 12 de noviembre de 1820 y su trascendencia histórica Un hecho histórico de grata recordación para los ambateños tiene una fecha genial, que es el 12 de noviembre de 1820, cuando un puñado de jóvenes proclamó la libertad de este hermoso rincón de la Patria; hoy, para nosotros, esta fecha y esta ciudad de Ambato constituyen un inmenso pedestal en el que vemos las sombras gloriosas de José Grande Suárez, de los hermanos Francisco, Vicente y Mariano Navarrete, de Vicente Guerrero, de Tomás Sevilla entre otros. Tungurahua y Ambato siempre fueron y serán eternamente bellas; contemplar sus huertos y campiñas, sus flores y hermosas mujeres hacen deleitar al más fuerte de los mortales. Al contemplar tanta belleza debieron reflexionar nuestros jóvenes de 1820: si hemos de morir hagámoslo sin trepidar, sin dar un paso atrás, haciendo honor a nuestra patria y ciudad, a nuestra gente y su bello entorno natural; lleguemos a las generaciones del futuro nuestro ejemplo; y que al calor de nuestra sangre regada con tanta fe y patriotismo, se multipliquen los héroes y se encuentre el verdadero camino del honor y del deber. Los héroes independentistas entregan su vida de una manera total y sin restricciones, desnudando sus almas para no sentir el dolor; y para no desear la tranquilidad mueren aferrados a su acero y hacen vibrar de audacia la cimas altas de los árboles; mueren en medio de la batalla y detienen por un momento la locura del polvo arremolinado, que acompaña a los combatientes y ponen para siempre un gesto de rabia en la boca de los cañones; así actuaron los hombres del 12 de noviembre de 1820 y entre ellos Don Joaquín Herbas, quien fue fusilado en la población de Mocha, por haberse “atrevido” a dar gritos en contra del Rey de España y a favor de la causa emancipadora. El terrible guerrero español Fominaya ha sido derrotado por el espíritu y la valentía de los Ambateños, y luego viene el documento histórico: El domingo 12 de noviembre, este vecindario de Ambato se halla libre, y con las armas que oprimían a los ciudadanos y no les dejaban que proclamen sus ideas patrióticas, se halla en posesión de sus derechos y le dicen al país, que ha llegado la hora de manifestar los deberes del legítimo patriotismo; hacemos constar que hay felicidad en el pueblo, y que Don Cipriano Delgado con su influencia y el apoyo del pueblo 4se posesionó como comandante de las armas. Mi respeto en este instante de la historia para el joven anónimo de mi ciudad, que acaso murió en ese día; pero... así es la vida, así es la guerra, son gente que no tiene nombre, pero si rostro; no tiene apellido, pero si nacionalidad; no tiene patrimonio, pero si Patria; el pueblo está indisolublemente ligado a su condición humana; es José Montubio acaso Enrique Cholo, quizá Juan Carpintero.
Es el combatiente desconocido, anónimo, pobre, de pocas palabras y de mucho actuar; es el joven del pueblo, es el que cayó en la primera línea de combate. La vida y el destino quiso que Ambato sea libre, independiente, culta y grande; de no ser así en que ciudad libre habrían nacido: Montalvo y sus Catilinarias; Mera y su Himno Nacional; Vela y su Argos y Pelayo; Martínez y su novela A la Costa. En donde funcionó la primera imprenta; y, sitio elegido para sembrar el primer eucalipto. A pesar de que la independencia fue un hecho histórico importante, no habría existido esa identidad que proporcionan las representaciones cívicas de la ciudad y provincia, ya que a un pueblo se le conoce no solo por su gente, por sus acontecimientos, sino por los símbolos que lo representan. Tenemos una bandera que consta de tres franjas iguales y horizontales; la del centro es de color verde y las exteriores rojas; el rojo significa la rebeldía de sus hombres y el verde la felicidad y color de sus campos. El escudo fue diseñado por Don Juan José Boniche y Luna, tiene forma de elipse rodeado por una cadena, consta de tres cuarteles. En el primer cuartel: se encuentra el Tungurahua en erupción, los gases que despide y la cordillera verde. Esta simbología utilizada dice relación al volcán cuyo nombre lleva la provincia y a la actividad volcánica que este ha tenido. El segundo cuartel: corre un río, donde sobresalen tres piedras, representan el paso de la corriente por el río Topo. El tercer cuartel: sobre un campo se levanta un árbol de canela y, a los lados, dos cuernos de la abundancia llenos de frutas, expresión de la riqueza provincial; debajo del árbol donde cruzan los cuernos, se encuentra una llave que representa la puerta de entrada a la Amazonía o (Región de la canela) como se lo denomino antiguamente. Y qué decir de nuestro Himno, cuya letra corresponde al Dr. Rodrigo Pachano Lalama, intelectual ambateño; abogado de profesión y maestro por vocación; la música a Don Pedro Rudecindo Inga Vélez oriundo de la provincia del Cañar, y cuyo coro profundiza la unidad que debe existir entre la cuidad de Ambato y la provincia de Tungurahua y que dice:Con la voz de Agoyan, voz del agua, Elevemos un himno de hermanos Que en Ambato con el Tungurahua, Cielo y tierra se estrechan las manos.
Hablar de Ambato, es hablar de su historia, es remontarnos a sus calles, por ejemplo, la actual calle Rocafuerte en épocas antiguas se llamaba la calle Larga y ahí estaban las principales bodegas de víveres y tiendas, se extendía desde el barrio de la Merced, hasta el tope en la actual calle Guayaquil,…¡que recuerdos de esta hermosa calle!; como no recordar a la primera imprenta llegada en 1754 a la ciudad, funcionó donde actualmente es se ubica el barrio de la Medalla Milagrosa, ahí existe un monumento pequeño para resaltar este hecho. En la actualidad existe otro monumento a la primera imprenta que está ubicado en la loma de santa Elena, parroquia de San Bartolomé en Pinllo, en esta imprenta se escribió el primer libro del Ecuador, y fue Cánticos a la Muerte del Rey Fernando VII de España, escrito por el padre Melanesio. El manejo de la imprenta, como tipógrafo, se le encargó al alemán Juan Adán Schwartz; años después, en este sitio, el religioso italiano Humberto Bruni construyó ese hermoso monumento de estilo neogótico, que es la Iglesia de la Medalla Milagrosa, uno de los pocos sitios construidos con piedra pishilata. Siguiendo nuestro recorrido por la calle Rocafuerte, debemos hablar de la cancha del Liceo Montalvo, un prestigioso centro educativo, en cuya cancha vivimos noches inolvidables como espectadores del box de antaño, donde sobresalían Milton Moya, Alberto Jara Arcos, el “Chico de Oro” Valladares, todos conducidos por Kid Montana, un colombiano que dio gloria al box en esta ciudad; cómo no recordar las noches del baloncesto con ese clásico partido Ciclón vs. La Unión, dos equipos de raigambre popular, el uno de la Merced, el Ciclón, el otro, como dirían actualmente, de “pelucones”, ¡qué partidos llenos de emociones vivimos en dicha cancha!. Seguimos por la calle Rocafuerte, y nos encontramos con la casa que hoy pertenece a la Universidad Técnica de Ambato, donde funciona el Departamento de Cultura; antes fue la casa de los Estancos; llegar al fondo de la calle Rocafuerte, en ese tiempo llamada calle Larga, donde hoy se levanta majestuoso el hotel Ambato, era para contemplar la casa de rastro en donde despostaban a los animales y era la alegría de los jóvenes de aquella época, de los niños principalmente, que iban a ver el faenado de las reses; a un costado se encontraba la cárcel municipal, hoy en este sector se levanta el Hotel Ambato. Cómo no recordar la “calle de los Sombreros”, la actual calle Mera, que empezaba con otra cancha de muchos recuerdos, la del pensionado Juan León Mera, ahí se produjeron los grandes clásicos del básquet estudiantil ambateño entre los colegios Bolívar y el Pensionado Juan león Mera, partidos que siempre terminaban en una pequeña pelea, pero después a darnos un abrazo fraterno y a seguir adelante en el campo de la educación y el deporte; seguimos recorriendo la calle de los sombreros y nos encontramos con la casa de Rodrigo Pachano Lalama, hoy convertido en Museo Rodrigo Pachano Lalama, este caballero fue Alcalde de Ambato, Prefecto de Tungurahua, Diputado, Rector del Colegio Nacional Bolívar, es decir todo lo que un gran hombre puede alcanzar, ese fue el “Chingolo” cariñoso sobrenombre de Rodrigo Pachano Lalama, mi maestro de ética y lógica, un recuerdo grato en mi vida, fue el quien me tomó el grado de bachiller en el mes de julio de 1962. Seguimos con la calle Mera y nos encontramos con varios libaneses, gente venida de otra latitudes; el motivo, la Segunda Guerra Mundial, pero que acá llegaron, trabajaron y fueron muy conocidos, cómo olvidarnos de don Daniel Chedrahui, de su esposa doña René Ode, hogar formado por cuatro hijos, Antonio, entrañable amigo y compañero de aulas, Jorge, Fernando y Cecilia, hermanos menores, pero grandes personas. Tenían un almacén de telas muy importante y vayan ustedes a saber el aprecio que siempre sentimos por esta familia; seguimos con el almacén de los hermanos Prutchi, que gorditos más simpáticos, agradables personas, los dos hermanos vendían las mejores sedas y telas que causaban admiración de propios y extraños; llegamos a la esquina de la Mera y Cevallos y nos encontramos con el Hotel Vivero, propiedad de ese caballero que fue don Luis Vivero Espinosa, otavaleño que vino a vivir en la ciudad de Ambato, este hotel fue el mejor de la ciudad por muchísimos años; en la parte baja de este edificio, como olvidarnos de Don Antonio Reshuan, de su esposa Eugenia, quienes pusieron un almacén de casimires, hoy ubicados en la calle Cevallos, ellos fallecieron pero quedan sus hijos, uno de ellos Jorge Reshuan, pasó su vida al frente de una importante institución financiera como la Mutualista Ambato, dejándola ubicada en una gran posición; seguimos por a calle Mera y frente al parque 12 de Noviembre se pueden imaginar ustedes bombas de gasolina de los señores Vaca y Mantilla, ahí estaban también las empresas de transporte, las primeras que se dieron en el país como son: Santa, TOA y Trasandina. Llegamos a las calles Mera, y Olmedo en donde encontrábamos la estación del ferrocarril, el tren que llegó a esta ciudad en 1907 con Eloy Alfaro a la cabeza y que sirvió para que muchos costeños y costeñas vengan a pasar sus vacaciones en esta ciudad de Ambato, que tenía un clima primaveral, gracias a la arboleda ubicada en la actual avenida Bolivariana. En esta avenida, existían árboles que se entrecruzaban en la parte superior dándose un fraterno abrazo y conformando un túnel maravilloso, por donde la gente transitaba a pasar vacaciones en el barrio Terremoto, hoy Terremoto es parte de la ciudad, aquí se levanta la Universidad Regional Autónoma de los Andes; imagínense ustedes que ahí íbamos a pasar vacaciones; que pena que después se dio paso al cemento y vinieron las construcciones del Estadio Bellavista, el Coliseo de los Deportes, el Colegio Hispano América, en ese sitio se construyo la ciudadela “Esteras Glorias de Ambato”, después del terremoto del 5 de agosto de 1949; bien podemos decir que hoy día, los sectores de Totoras, Salasaca y Pelileo; como que se van transformando en barrios de Ambato, unidos por una hermosa vía que comunican a estos centros poblados de la ciudad. Qué decir de los parques, el Montalvo fue el tianguez de Ambato, era aquí donde se realizaba la feria de la ciudad; el Libertador Simón Bolívar llegó a esta plaza el domingo 30 de julio de 1822, recibió un regalo excepcional del maestro Juan Cajas, artesano del calzado de Quero, quien le entregó un par de botas altas, sin costuras, que le cubrían las piernas, Bolívar le dijo: “que obra más extraordinaria maestro, ¿cómo lo hizo?” y dice el artesano, “a mano y con cuellos de llamingos”, Bolívar le dice: “¿me puede hacer otra para enviarle de regalo al rey de Inglaterra Jorge V (abuelo de la actual reina Isabel II)”, y allá fueron a parar las botas de un ambateño, con las cuales Bolívar participó en las batallas que nos dieron la independencia; seguro estoy que en Inglaterra, orgulloso el rey se paseaba con esas botas hechas por un artesano ambateño, esta es la historia de Ambato. El parque Montalvo toma este nombre desde el 13 de abril de 1911; siendo gobernador de la provincia Don Alfonso Troya, quien contrata a los hermanos Durini, italianos, para que planifiquen la construcción de un monumento en bronce que represente al ilustre cosmopolita Juan Montalvo y a Caliope, divinidad de la elocuencia, quienes tallaron estos monumentos fueron Pietro Lipi y Pietro Capurro; y desde Italia, en barco, llegaron a Guayaquil y de Guayaquil en tren llegaron a la ciudad de Ambato, el monumento y el parque son una realidad desde el 13 de abril de 1911 en que se inauguró. Siguiendo por la actual calle Sucre que en ese tiempo se llamaba calle del comercio y que comunicaba al tiánguez de Ambato, actual parque Montalvo, con la plaza de San Bartolomé que es el actual parque Cevallos, era la calle de las librerías, ahí está actualmente la Casa del Portal construida por Antonio Ruso en 1.930; aquí vivían las señoritas Jaúregui y en la parte de abajo un caballero, un señor, el notario Don Nazario Naranjo, padre del actual Prefecto y luego estaban las librerías, la Selecta, de César Baus; en esta esquina vendían los famosos helados de leche y mora todos los días; especialmente los domingos, pues ese día a las 11 de la mañana se ofrecía la retreta; y al frente, una de las primeras peluquerías de Ambato, la peluquería Tungurahua, de José Tintín Aldás. Seguimos por la calle del comercio que es la actual calle Sucre, y nos encontramos con el teatro Viteri, de ese gran hombre de negocios que tanto hizo por la ciudad de Ambato, Don Telmo Viteri; ahí otros dos extranjeros geniales David Ruff y Elías David, con un almacén que después lo manejó su pariente el señor Elías Zoldán y su esposa doña Rosita, de gratísima recordación en la ciudad de Ambato. Llegamos a la plaza de San Bartolomé, que desde 1902 pasó a llamarse plaza 10 de Agosto y finalmente parque Cevallos, en homenaje a ese gran historiador Pedro Fermín Cevallos. Custodiando los sectores oriental y occidental dos edificios emblemáticos: el Colegio Nacional Bolívar inaugurado en 1859; luego en una segunda oportunidad en 1861, en el gobierno del doctor Gabriel García Moreno, se completó su construcción sólida que deviene en un monumento a la piedra pishilata y al frente, la escuela de La Providencia, uno de los pocos edificios que resistió al terremoto de 1949 también gracias a su pétrea solidez ; hasta ahora permanecen los dos grandes edificios, incólumes testigos del tiempo. Quiero manifestar que aproximadamente 157 personajes ilustres tienen la ciudad de Ambato, no sólo es la tierra de los Tres Juanes, es la tierra de Luis A. Martínez, Mariano Éguez, Tomás Sevilla, Lizardo Ruiz y de muchos más; quiero en este baúl de recuerdos referirme brevemente a algunos de estos personajes: Juan Montalvo, el cosmopolita ambateño que tuvo varias facetas en su vida, una de ellas fue la de Periodista crítico y combativo, en homenaje a su figura y a la prensa libre del país, quiero decir que: Si la prensa es cátedra, el periodista tiene que ser un maestro. Si la prensa es tribuna el periodista tiene que ser orador. Por lo tanto el maestro y el orador no pueden hablar, sino para defender la verdad, para exponer los principios, para prestigiar el bien. Los discípulos del periodista son los ciudadanos de toda una nación. Las multitudes que escuchan al periodista, son las que integran un país entero. Corrómpase, desoriéntese, la opinión de todo un país y será traicionado el más sagrado de todos los deberes, el de ser energía creadora de un pueblo.
Montalvo frecuentemente decía: “no soy precisamente un periodista, pero me obligo a mí mismo a escribir; es que con tantos problemas de mi patria quiero levantar mi pluma para combatir contra los villanos y autócratas que mancillan y oprimen a mi gente, a mi pueblo”. Una de sus frases hasta hoy retumba en el firmamento político del Ecuador: “Señor, dadme corazón para perdonar a mis enemigos, 9pero concédeme la gracia de verlos ahorcados algún día”. Refiriéndome a Juan León Mera Martínez, he de manifestar que fuisteis magnánime como todo hombre de bien; prudente como el más modesto de los ciudadanos, pero ni tu magnanimidad, ni tu modestia te engrandecieron tanto como tu vocación de escritor y artífice del pincel. La importancia misma de Mera Martínez es de tal naturaleza, que toda su vida y sus escritos interesan entrañablemente a la historia del Ecuador y a la cultura Iberoamericana de la cual eras un activo protagonista Como ecuatoriano, ambateño y admirador de un humanista a tiempo completo, quiero manifestar que: el valor, la decisión y el amor por la patria se va organizando y madurando, solo cuando asumimos la historia con pasión y análisis, de manera que llegado el momento decidor, nuestros pasos saben, con total certeza, los límites del sendero; los grandes no se improvisan, sino que se gestan en diaria convicción; esto paso con Juan León Mera Martínez; infancia con muchos problemas, familia feliz con trece hijos que fueron su pasión, darle a país su identidad con la letra de un Himno Nacional inmejorable, y dedicarse por entero a su pueblo, le convierte en un humanista, en un verdadero enciclopedista de los que tanta falta hacen en el Ecuador de hoy. Pero el pueblo también ha puesto a su grandes personajes y Ambato como la cuna de grandes deportistas; como olvidarnos de Juan Arturo Armendáriz, el popular “chulla” que fue conserje del colegio Bolívar, ganador en 1938 de la medalla de oro en los juegos bolivarianos de Bogotá en los 10.000 metros; el caballero de las rutas, Luis Larrea Bautista, cinco veces campeón de la Vuelta a la República del Ecuador. Está la cuarteta de oro que cruzó los Andes en bicicleta, ellos fueron grandes ciclistas que ganaron el cruce de los Andes, Mayorga, Medina, Santamaría y Morales, también otros dos ciclistas hicieron la historia de Ambato, Miguel Maya y Herman Lascano. En el fútbol, destacan América y Macará, América fue reemplazado en el corazón del pueblo por Técnico Universitario. Esta es la ciudad de Ambato mis queridos amigos, una ciudad nacida para ser conocida como “ciudad eternamente cosmopolita”, porque hemos abierto los brazos a propios y extraños que acá vienen, se enseñan y se quedan a vivir en esta tierrita linda de Ambato. Pero no todo pueden ser recuerdos positivos; han existido momentos de dolor que ha sufrido la ciudad de Ambato, tal es el caso del terrible terremoto que destruyó a nuestra querida ciudad de Ambato, al que me voy a referir: El viernes 5 de agosto de 1949, soleado día de vacaciones escolares, aprovechando lo cual muchos niños jugábamos haciendo volar las cometas en el actual parque de la Vicentina, mucho sol, mucho viento, perros que ladran insistentemente, ventarrones peligrosos, algo malo flotaba en el ambiente; doce del día, los ambateños almorzaban en sus casas el plato típico de los días viernes; llapingachos con chorizo y huevo. A las dos en punto de la tarde los niños dirigiéndose a sus clases de catecismo en la Iglesia la Matriz de Ambato. Personalmente, en el vehículo de mi padre, cruzábamos las calles Bolívar y Mera, de pronto un sonido atronador de las puertas de metal del Banco de Fomento y de los almacenes de Juan H. Darquea se oyeron. En el vehículo motorizado no sentimos nada, pero la gente gritaba temblor, temblor; asustados con mi familia avanzamos con el vehículo hasta la actual vía que conduce a Riobamba. De pronto, a las dos y diez de la tarde de ese fatídico viernes 5 de agosto de 1949, lo inenarrable, lo indescriptible, ver con mis propios ojos como se venían al suelo las torres de la Iglesia de la Matriz, la tierra se abría y se cerraba varias veces, muchas casas se caían, gritos de dolor de los heridos y familiares de los fallecidos, todo parecía una eternidad, pero en cuestión de siete segundos, Ambato sucumbió ante la furia de la naturaleza; cerca de 6000 muertos pagaron tributo a su vida; 200 personas murieron en el interior de la Iglesia Matriz de Ambato. Pasado el susto pero sin reponernos de la angustia, los ambateños teníamos que decidir dónde vivir, sus las casas estaban por los suelos o impedidos de ingresar a ellas por el temor de las réplicas; la solución fue ocupar parques y plazas de la ciudad, levantando carpas cual gitanos para poder resistir el frio y la angustia. Algo que no podré olvidar nunca es que a las cinco de la tarde de ese día, Ambato recobraba su vigor y su fuerza comercial y en medio de cadáveres y heridos se comenzaba a vender caldos de gallina, secos de chivo, morocho, humitas y otros alimentos. Yo tenía ocho años de edad y ese valor de los ambateños quizá me marcó para siempre hizo que ame entrañablemente a mi ciudad; no puedo olvidar el surgimiento de la ciudadela “Las Esteras Gloria de Ambato” que se levantó en los terrenos donde actualmente se encuentra la Unidad Educativa Hispanoamérica y el Coliseo de Deportes. Siempre vienen a mi memoria los parques de Ambato y la antigua estación del ferrocarril por más de un año llenos de gente viviendo en los mismos y dos años después de esta tragedia, a los acordes del altivo ambateño surgía la tradicional fiesta de la fruta y de las flores. Sin olvidarnos que la historia es la memoria de los pueblos quiero recordar que a los veintiún años del terremoto, la ciudadela “Esteras Gloria de Abato” comenzó a deteriorarse, buscaban donde ubicarlas, hasta que el gobierno del Dr. José María Velasco Ibarra en su quita y última administración decidió construir unas viviendas en el actual barrio de Ingahurco. Luego de este sismo la preocupación principal de los ambateños era reconstruir sus casas, esta tarea se inició a los tres meses, ya que todos tenían pavor de regresar a sus viviendas, lamentablemente todo cambió, Ambato nunca volvió a tener sus casas coloniales, mucho tiempo se demoró para iniciar la reconstrucción de las Iglesias y conventos. Pero de esta tragedia cual ave fénix nos levantamos, no nos alejamos de nuestra tierra, en este suelo nacimos, crecimos, salimos adelante y demostramos que nos sobrepusimos a la tragedia, para darle a Ambato una fiesta que ya no es nuestra solamente, que no es solo del Ecuador, ha sido declarada Patrimonio Intangible de la Humanidad; me refiero a la Fiesta de las Flores y de las Frutas, que anualmente se han realizado en nuestra ciudad a partir de 1951. Efectivamente en el mes de febrero de 1951 el Dr. Ernesto Miño Vaca, Presidente del Centro Agrícola Cantonal reúne a un grupo de amigos y decide crear la fiesta de las frutas y las flores, que se hace realidad del sábado 17 al martes 20 de febrero de 1951. Inauguraba esta fiesta el Sr. Presidente Constitucional del Ecuador, Sr. Galo Plaza Lasso; la bella Maruja Cobo García fue designada primera reina y exaltada en el “Teatro Lalama” por el Sr. Dr. Tarquino Toro Navas. Precisamente quiero, en esta mañana, rendir un homenaje a Ambato y a las 65 hermosas reinas que con su belleza y donaire engalanaron a la ciudad y sus fiestas. Hermosas reinas de Ambato la luz, el aire, el agua, la arcilla, elementos de la vida, en ustedes se hacen armónicamente, belleza, plenitud, donaire, mujeres. La luz anclada en vuestras lívidas pupilas, no sé si semejan al optimismo de nuestros amaneceres amazónicos, llenos de aleteos exóticos, que sumidos en su más íntima grandeza pintan al cielo de arco iris; o quizá semejan al medio día costanero; o tal vez a esa nostálgica luz andina que busca redimirse en el pudor redondo y vegetal de la señora reina claudia. El aire niño travieso y andariego de huertos y frutales mueve su cabello hasta hacerlo flamear, enarbolando la dignidad de nuestras mujeres ambateñas. El agua, samaritana puntual de la vasija, se vuelve sonrisa en tu persona, ganas de vivir, de enfrentar y de luchar en ustedes admirables mujeres. La arcilla, redimida de la sequedad de los caminos gracias a la generosa habilidad de nuestros alfareros, se hizo cuerpo y verbo en ustedes. ¡Oh! arcilla donde yacen ínclitas, altivas, las mujeres indoblegables de mi pueblo, de tu pueblo, de nuestro pueblo, merecidas reinas de fiestas de las frutas y las flores.
Esta la estirpe general de la mujer ambateña; y esa estirpe supieron biografiarla en esta Ambato; ciudad indígena, mestiza y española, antigua y moderna; en esta ciudad donde la memoria del pasado hecha de adobe, barro y bareque polemiza con el presente de cemento, asbesto, acería y cristal. En esta ciudad huerto, donde la buganvilla, largo gato verde con ojos locuaces, corretea por techos, avanzando por la vecindad en pos del chisme vegetal que rodando por los tejados termina en boca de nuestras lavanderas en el río Ambato. Ambato: ciudad huerto donde los balcones, patios y recodos no conocen más presencia que la geometría de la meseta poblada de colores; en ellos, en los tiestos memoriales, los sabores de la tierra amasan delicadas margaritas, geranios de melenas multicolores, ilusiones de generosas blancuras, claveles de rozado porvenir, nardos, madreselvas, rosas y más flores de insólitas y divinas arquitecturas. Y... en cada balcón nunca falta ni faltará la flor donde se resumen todas, la flor mayor aquella que de tanta ternura habría de convertirse en mujer, en mujeres ambateñas, en ustedes, reinas de mi Ambato. Esta la ciudad de tu biografía a cuyo costado, le nace un río agonizante que hay que rescatarlo; pues, sus líquidos enamorados y optimistas de ayer, se están muriendo; volviéndose elegía, lamento acusatorio; se está muriendo y hay que rescatarlo; nunca es tarde para reponer la frescura milenaria de la identidad; ambateños debemos querer al río Ambato y jamás permitir que se convierta en pasado, sino por el contrario en una auténtica realidad viviente, en río cantarino. Esta es nuestra ciudad de Ambato; geografía donde todavía huertos y jardines acogen melodías de trinar celestial donde todavía podemos deslumbrarnos, contradiciendo al tiempo y a la gravedad, en los instantes mismos donde el arco iris cristalizado en todo su esplendor se ha convertido en colibrí; donde la hormiga todavía tiene espacio para sondear profundidades; donde el inerme arácnido aún puede continuar tejiendo el viejo telar de Penélope en espera de que llegará su gran amante. Esta tierrita linda Ambato; la que ayer por entre mimos, lamentos y lutos dolorosos, supo erguirse como ejemplo de pundonor inquebrantable, que avanza y continúa cada vez más optimista y laboriosa pues la Patria se construye con coraje, intelecto y músculo; y Ambato escribió para la Patria, la razón de existir de nuestro pueblo. Si no, preguntemos a Montalvo y su pluma indeclinable, a Mera y su pluma empatriotada, a Martínez y su pincel integrador, a Cevallos y su Historia, a Juan Benigno Vela el ciego genial, a Celiano Monge, Mentor Mera, Rodrigo Pachano, Gerardo Nicola, Mario Cabo Barona; plumas de cultura, educación y didáctica; o quizá a las talentosas manos de Edmundo Martínez Mera, Osvaldo Viteri, Franklin Ballesteros y Paco Suárez, cuyos pinceles han trasladado al lienzo nuestras realidades en cotidianos hombres mujeres y paisajes; o preguntemos a quienes, a diario, desde el comercio informal y los más diversos quehaceres ponen identidad a esta tierra, tierra de los Juanes, privilegio nuestro y orgullo referente del país. Esta la cuidad de Ambato que nos recuerda tres instancias: La aborigen con el recuerdo de nuestros antepasados. La mestiza hecha de América y España; y la actual eternamente Cosmopolita, donde se junta superando rancios perjuicios todas las etnias del mundo. Ciudad donde tu presencia rubrica ese viejo andar lleno de anécdotas, guitarras, promesas, piropos, chismes y comentarios; ese viejo recordar guardado, inmemorial en el cofre mestizo de la Yahuira y su incansable ascender, de la Medalla Milagrosa y su Primera imprenta, de la 12 de Noviembre y su murmullo de feria, del ajetreo trabajador de la Cevallos y Lalama; en fin de todas las calles, barrios y plazas, donde siempre habrá de señorearse la presencia sempiterna de la mujer ambateña. La historia no se detiene, sigue su marcha, hemos llegado al siglo XXI y Ambato progresa, es una ciudad de trabajo en constante crecimiento, por nuestro trabajo diario nos llaman “los Fenicios del nuevo mundo”, los ambateños aportamos para el engrandecimiento del Ecuador; pero, a todo esto anteponemos la cultura, y recordando que somos herederos de Mera, Montalvo, Vela y Martínez, hombres de prosapia cultural.
Antes de retirarme de este núcleo de autoridades y amistades, quisiera decirles que, todo ha pasado en este querido Ambato, luchas, conquistas, triunfos y glorias; todo ha pasado como un torrente a través de su historia; pero lo que no pasa ni pasará es esta hermosa ciudad de “San Juan de Dios de Ambato” que todo lo ha visto pasar y que desde el 5 de Agosto de 1949 convertida en ejemplo de constancia y unidad, es un inmenso pedestal de grandeza que va sobre su cima la sombra gloriosa de sus preclaros hombres y mujeres, elevando hasta las nubes su cabeza, de la que irradian resplandores y contemplando a su alrededor a Miraflores, Ficoa, la Letamendi y la Simón Bolívar, rincones de ensueño que conservan su memoria en el libro, en el recuerdo en el corazón de sus hijos. Y para terminar una frase de otro ambateño Jorge Enrique Adoum: “Que ganas de empezar de nuevo, de volver a lo inicial de la ternura, diciéndonos que quizá de aquí a diez mil años seamos talvez inocentes, otro vez humanos, capaces de inventar cada vez la caricia primera”.
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